CAMBIO DE RUMBO

Hacía tiempo que tenía ganas de contaros, pero nunca encontraba el momento. Un poco como nos pasa a todos. ¿Cuántas cosas te apetece hacer y sin embargo, siempre hay otras más importantes? El coronavirus llegó a nuestras vidas creando el caos más absoluto. Tengo la sensación de estar viviendo una película de esas que nunca me dieron miedo porque las creía imposibles… Cuántas veces habré pensado que la peste o la gripe española provocaron tantas muertes por la época en la que se dieron. Nos guste o no, este virus nos obliga a pasar tiempo en casa, en familia, con nuestros hijos y sobretodo, con nosotros mismos.

Voy al lío. A mediados del año pasado, surgió la posibilidad de que mi pareja trabajara en el extranjero. Como yo estudiaba y acababa de dar a luz, casi no tuve tiempo de darle importancia. Fue pasando el tiempo. De repente, en noviembre nos lo confirmaron. Nuestro destino iba a ser: Bruselas.
De cuando pudimos hacer turismo: Atomium

Llamadme rara, pero inicialmente fue como un jarro de agua fría (muy fría). Tardé como 15 días en ser capaz de hablar de ello. Después hice como que no existía. Más tarde, me puse frenéticamente a mirar casas y casas por internet. Y llegó febrero. Y el primer viaje de búsqueda de LA casa. Y la encontré. Y empecé a sentir gusanillo de ilusión. Y a la vez miedo. El 25 de febrero nos instalamos en Bruselas.

A veces (normalmente cuando carecemos de problemas reales), como diría El Principito, a las personas mayores nos preocupan cosas que en realidad no son importantes. No sé el tiempo que voy a estar sin ver a mi gente y a mis gatas. Posiblemente si alguien me hubiera dicho que esto pasaría no hubiera sido capaz de subirme al coche e irme de Madrid. Lo que sí sé es que estoy aprendiendo. Las pequeñas cosas son las que de verdad importan.

Todo esto me ha hecho replantearme qué hacer con mi oposición y en general con mi vida laboral. Cuando opté por estudiar, estaba muy quemada con la empresa privada y quise probar suerte de otra manera. Después de ser mami si algo tenía claro es que quiero trabajar, teniendo tiempo también para disfrutar en familia. Investigué con todo el detalle que pude desde España, cómo funcionaban las cosas en Bruselas y tenía dos opciones:
  1. Empresa privada: en la mayor parte hay que saber hablar francés u holandés.
  2. Oposiciones europeas: exigen entre otros requisitos, un idioma principal nivel nativo (cualquiera de los 24 oficiales de la UE) y un segundo idioma nivel B2 (inglés, francés… te dan a elegir entre los cinco más utilizados en el momento de selección).
Las condiciones económicas son mejores que en España (por regla general). Los horarios no son peores que lo que ya he conocido.

Inicialmente para aprovechar la experiencia al máximo desde el principio, pensé en aprender francés. Me apunté a un curso intensivo y ¡tachán! El coronavirus llegó a Bruselas y lo suspendieron como es normal. Todavía no me creo que esto esté sucediendo. Llevaba casi 20 días de expat y ahora estoy como en tierra de nadie… En una casa nueva, con los mismos muebles de Madrid y cambiando una vez más de planes.

La decisión ha sido que dejo las oposiciones españolas y me paso a las europeas. Ya os contaré mejor cuál es el proceso. 

Sigo buscando mi camino laboral y sé que hoy estoy más cerca que ayer. 

“Nadie encuentra su camino sin haberse perdido varias veces

Comentarios

Entradas populares de este blog

EN TIEMPOS DE VIRUS: EL PRINCIPITO

¿POR QUÉ OPOSITAR?